Por Nicolo Gligo

Después de la pandemia: desafíos nacionales irrenunciables a corto plazo

Después de la pandemia: desafíos nacionales irrenunciables

Se afirma que cuando la pandemia sea controlada, el país será mucho más pobre que antes. Discrepo de esa visión que usa solo el periscopio de la economía. Con seguridad que la economía nacional se verá muy duramente golpeada, pero el país no es el Producto Interno Bruto, ni es el Presupuesto Nacional, ni las tasas de crecimiento o decrecimiento. El país es muchísimo más que eso: lo constituye sus personas, agrupadas en identidades regionales, su medio natural, su medio construido, su cultura, su tradición, su organización social, sus servicios públicos, sus actividades privadas. La economía, muy importante sin duda, es uno de los instrumentos para lograr el bienestar de la gente y para que éste se consiga a través de altos grados de sustentabilidad ambiental.

Ello nos lleva a analizar las causas de la crisis en que estamos inmersos1. Chile tiene (2017) 1,5 millones (un 8,6%,) de pobres, pero este porcentaje se refiere al análisis reduccionista de la pobreza de ingreso. Si analizamos la pobreza multidimensional, que considera educación, salud, trabajo y seguridad social, vivienda y entorno, y redes y cohesión social, este 8,6 se eleva a 18,6%, es decir, 3,5 millones de pobres multidimensionales. Las tendencia a continuar mejorando, desde ya hace más de una docena de años se ido ralentizando, o incluso retrocediendo. No sólo persisten los campamentos sino que en 8 años han aumentado de 650 con 27.000 familias, a 820 con 46.000 familias2. A ello debemos sumar el incremento del hacinamiento y de procesos de tugurización. Con la pandemia esta situación se está agravando día a día. Es posible que con esta crisis la pobreza multidimensional se haya  incrementado notoriamente; algunos investigadores se atreven a dar cifras en torno al 30%. Hemos creado un sistema de crecimiento económico consumista, pero al mismo tiempo segregador  y marginador, que ha exacerbado las frustraciones de un porcentaje significativo de la población para acceder a muchos productos y servicios. Este nefasto estilo de desarrollo, mediante tácticas propagandísticas e incentivos perversos, hace que la gente aspire a esos bienes y servicios, muchos de ellos innecesarios, sin las condiciones económicas para poder adquirirlos, sumiendo a muchas familias en un espiral de deudas incontrolables. Para complicar más la situación, la característica del tipo de sociedad como la chilena es la creación de lumpen, complejizada con la creciente importancia del consumo de drogas y del narcotráfico.

Todo ello se produce en condiciones ambientales adversas, con procesos crecientes de erosión del suelo y procesos de desertificación, de disminución y deterioro del bosque nativo, de contaminación de las aguas tanto dulces como saladas, de pérdida de la biodiversidad terrestre y marina, de agresiones a los glaciares, de contaminación del aire y del suelo. Obviamente que el crecimiento de los quantum físicos derivados de la explotación de los recursos naturales, en especial en el sector agrícola, han encubierto la pérdida de ellos sólo por las notables innovaciones científicotecnológicas.

Por ello, una parte significativa de los éxitos económicos que se arroga el país en los últimos 30 años, se ha debido al consumo del acervo natural. En otras palabras, sobre la base de un sistema de casi nula sustentabilidad ambiental, nos hemos estado consumiendo nuestro patrimonio natural, hemos estado perdiendo los atributos ecosistémicos y produciendo serios disturbios en sus funcionamientos. No medimos este consumo pues no poseemos oficialmente un sistema de contabilidad patrimonial que permita analizar el decrecimiento del patrimonio natural vis a vis el crecimiento económico.

Por estas razones, y porque el sistema ha tocado fondo, el país necesita reorientar y modificar sustantivamente y en forma integral su modalidad de desarrollo, para que su población tenga un mayor bienestar, sin exclusiones, en el contexto de un estilo que minimice el costo ambiental.  Los necesarios y profundos cambios deberán partir encarando la crisis generada por la pobreza, redistribuyendo el ingreso al más corto plazo posible. En primera línea debe estar la preocupación de que ningún ciudadano tenga carencias de necesidades básicas y axiomáticas. No hay solución si persisten las condiciones de indigencia y pobreza para sectores importantes de la población. Cualquier paquete de soluciones debe comenzar enfrentando este reto. Salarios dignos, salud garantizada, pensiones que no empobrezcan a la gente y que le permitan un nivel justo; acceso a la cultura, a entretenimientos, a los deportes. A ninguno de estos desafíos se puede renunciar al tratar de reinventar la modalidad de desarrollo del país. Si es necesario utilizar las reservas internacionales  no deberíamos dudar en hacerlo. 

Sobre la base del logro de esta plataforma mínima, ¿cuáles serían los pasos a estudiar e  implementar? En primer lugar debemos alterar nuestro sentido de ver y proyectar el desarrollo. No se debe priorizar la clasificación de créditos, ni de bonos; tampoco nos debemos enceguecer buscando un mejor ranking de clima económico, o de confianza de inversiones, o de inversiones extranjeras, ni debemos tratar solo de obtener una mejor clasificación de riesgos. Todo ello está bien como medios tácticos, pero al servicio de la necesaria reorientación de nuestra forma de  organizarnos, de producir, y de redistribuir nuestra riqueza.

Para que estos cambios den frutos, se necesita reordenar el territorio nacional partiendo del conocimiento del patrimonio natural y el construido, de sus usos y potencialidades, de las especificidades regionales y locales, tanto físicas, culturales, sociales y económicas. Cada comunidad debe estar inserta armónicamente en un medio, sin agredirlo sino, al contrario, defendiéndolo como parte importante de su patrimonio tanto natural como construido.  Pero, y esto es muy importante, hay que profundizar el conocimiento de las dinámicas de las distintas comunidades investigando cómo se comportan éstas con relación a sus urbosistemas, agrosistemas y ecosistemas prístinos. Ese esfuerzo, aún en deuda en el país, nos permitiría potenciar, por una parte, donde existen y cómo evolucionan las armonías y los valores de los que tenemos pocos conocimientos o que hemos sub evaluado, y, por otra parte, donde existe conflictos,  especialmente sociales y ambientales, que debemos corregir. Hay una deuda muy grande en el conocimiento del funcionamiento de nuestros espacios, de  nuestros ecosistemas, de nuestras cuencas. Y ello nos debe dar una base para proyectar comunidades sanas y armónicas. Es corriente encontrar descripciones físicas algo más integrales

que otras, y descripciones sociales, pero hay serios déficit del conocimiento ambiental, es decir el que relaciona la sociedad con su entorno. Muy pocos modelos dinámicos se han realizado en el país que permitan detectar las proyecciones del sobreuso de los recursos naturales en función de las actividades productivas y sociales. Allí deberíamos profundizar nuestros esfuerzos.  Una temática cuyo abordaje aparece irrenunciable es el de la descentralización. Se ha hecho mucho énfasis en las necesarias medidas políticas y legales para avanzar en descentralizar, pero el país carece de una política de Estado que se proyecte más allá de intereses inmediatistas y de la especulación del uso del suelo. La gran prioridad para el futuro se debería orientar a detener el crecimiento del Gran Santiago y de las otras áreas metropolitanas como Valparaíso-Viña y el Gran Concepción. Para detener el crecimiento es de imperiosa necesidad terminar con la especulación del suelo urbano y con el caótico desorden que impera en el crecimiento urbano. Se hace necesario modernizar la obsoleta forma de elaborar planos reguladores tanto de la parte urbana como de los ecosistemas/cuencas en la urbe está inserta.

No obstante, en el contexto de los estudios dinámicos de los diferentes espacios geográficos del territorio nacional, la principal estrategia debe basarse en direccionar la radicación de emprendimientos productivos terminando con el círculo vicioso de inversiones que generan inversiones. La única forma de detener este crecimiento es a base de políticas públicas de gravámenes, impuestos y desincentivos de variados tipos que desalienten las inversiones en la Capital y su entorno y en otras grandes urbes. Por otra parte, es necesario crear mejores condiciones ambientales en regiones y localidades, y además, fomentar inversiones en éstas sobre la base de estímulos y desgravámenes. Para reducir la pobreza multidimensional hay que apuntar no sólo al ingreso económico sino, de manera muy importante, a todos los beneficios que facilitan un mejoramiento de la calidad de vida gente.

En Santiago es de imperiosa necesidad mejorar sustancialmente el manejo los distintos espacios geográficos que lo componen, en especial, los de las cuencas en que está inserto. Es urgente un plan maestro de manejo de aguas lluvias que, sobre la base de las máximas crecidas, permitan la evacuación total de ellas sin producirse anegamientos e inundaciones. No se puede tolerar el crecimiento dirigido por las empresas inmobiliarias, que utilizan áreas de baja habitabilidad, y por ende de mayores riegos, como sucede en el complejo metropolitano de Valparaíso- Viña. Se deben planificar creando espacios de expansión urbana que se adelanten a las ocupaciones irregulares de suelos de altos riesgos. Tampoco se pueden autorizar construcciones habitacionales sin que cuenten con sistemas de evacuación de aguas lluvias y de excretas que estén insertos en un Plan maestro. Éste deberá tener máxima prioridad, y ser mucho más eficiente de lo que se cuenta hasta la fecha. Toda la red de canales de riego periféricos deberían entrar el este Plan.

Todo el país debe reordenarse en función de la aptitud de sus territorios. No es posible aceptar que cualquier persona use bienes sociales como la tierra y el agua, a su antojo. En sus usos y manejos, debe primar el bien común y someterse a las reglas que el Estado imponga. Por ello que hay que  avanzar en el manejo integrado de ecosistemas y cuencas. En todas las regiones de climas áridos y  semiáridos el ordenador de las cuencas/ecosistemas debe ser el agua. Es urgente, en consecuencia, acelerar la modificación del código de aguas vigente y someter a todos los territorios rurales a planes de ordenamientos vinculantes. No podemos continuar con las tendencias al deterioro que tenemos en la actualidad, ni podemos aceptar que dentro de un predio se use y abuse de los bienes de la naturaleza. Cada predio forma parte de un ecosistema que debe funcionar armónicamente.

Necesitamos a nivel nacional elaborar leyes, políticas, y reglamentos más eficaces y eficientes parael uso del suelo, la conservación de la biodiversidad, la preservación de los ventisqueros, y laeficiente conservación de parques nacionales y áreas protegidas. Además es urgente una nueva leyde pesca y de preservación del mar chileno.

Hay que asumir que el sistema ambiental tanto de estudios de impactos como de fiscalizaciones es claramente ineficaz, por lo que es necesario revisar la ley a fondo. Definitivamente, hay que terminar con la voracidad de ciertos empresarios que tienen a cosechar los recursos naturales renovables, que tienden a utilizar los insumos de aguas y suelos, o que tienden a generar impúdicamente contaminantes deteriorando y consumiendo nuestra tierra y nuestro mar.

Las prioridades de inversión tienen que definirse considerando en primer lugar la calidad de vida y el bienestar de las personas. Los gobiernos deben luchar por ellos. Para cambiar la modalidad de desarrollo, definitivamente el país no deberá regirse por el mundo de las finanzas y de la economía, sino que éstas deberán estar al servicio del fin por excelencia: el bienestar de toda la población, en un contexto de uso y no del abuso de su patrimonio natural.

¿Cómo orientar los cambios hacia una mejor forma de organización de la sociedad y del medio en que ella está inserta? Aunque no es fácil en las áreas rurales y en pueblos pequeños e incluso medianos, el problema fundamental se produce en las grandes ciudades partiendo por las metrópolis. Se necesitarán muchos años para disminuir la segregación social de la ciudades. No obstante, el esfuerzo habrá que centrarlo para que cada sector, cada barrio, sobre la base de estrategias que privilegien inversiones sociales, que dote de infraestructuras que incrementen la  calidad de vida.

La inversión de vivienda social debería reforzarse en forma significativa, no sólo en el mejoramiento de la calidad de la vivienda y de la mayor superficie, sino de la organización del conjunto, con sus espacios públicos, sus empresas de servicios de alimentos, construcciones, tiendas etc.; sus centros comunitarios y culturales, sus centros deportivos, sus áreas verdes. No se debería dar ningún permiso de construcción sin considerar esta visión integral. Pero es necesario destacar la necesidad de revertir la hoy día caótica y desmejorada situación de muchos barrios de las grandes ciudades que se deterioran, que son discriminados, y que están invadidos por el tráfico de droga. Hay una deuda con estos sectores que hay que reparar lo antes posible.

El sector rural, una vez definida su vocación, deberá orientarse en función de la aptitud de los suelos, con estrictos planes reguladores super estructurales y vinculantes por ley, con sistemas de incentivos, desincentivos y de fiscalizaciones. La identidad cultural tan propia de entidades campesinas, debería tomar un lugar preponderante en las formas de ordenamiento y organización territorial. Hay que tener presente que este sector es estratégico para la políticas de seguridad  alimentaria, que deberían retomar la importancia que tuvieron hace a fines del siglo pasado.

El déficit cultural se sigue acrecentando. Aquí hay un desafío mayor, pues no sólo hay que insistir en el mejoramiento de los enfoques culturales clásicos, sino que es de imperiosa necesidad modificar las bases de esta sociedad de consumo en que estamos inmersos. Es necesario recuperar el sentido de solidaridad y de fraternidad desterrando el egoísmo y el individualismo predominantes. Ello sin  dejar pospuestos los relevantes desafíos de la educación y formación pre escolar, escolar y universitaria. La cultura nos debería permitir percibir la importancia de la identidad y de los valores nacionales, el sentido de comunidad tanto nacional como regional y local, y la percepción de un futuro armónico ausente de grandes conflictos. 

Los desafíos aunque muchos y muy difíciles, son alcanzables. No hay vuelta atrás. Si no nos encaminamos hacia nuevas formas de convivencia y de organización social, si no estructuramos una sociedad marcadamente menos desigual, en donde cada ser humano tenga su ubicación y posea un nivel que lo dote de sus necesidades básicas, se podrían producir mayores conflictos sociales, y además estaríamos muy poco preparados para enfrentar los crecientes desastres naturales y otras pandemias quizás peores que la actual.

1: Es bueno recordar, que el avance de los 15 primeros años de democracia fue muy importante pues las cifras actuales son claramente superiores a las que había en dictadura.

2: Universidad de Chile, (2019) "Informe País: Estado del Medio Ambiente 2019". Centro de Análisis de Políticas Públicas, Instituto de Asuntos Públicos. Maval Impresores, Santiago de Chile. 600 pp.

Nicolo Gligo es Director del Centro de Análisis en Políticas Públicas del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de su(s) autor(es) y no necesariamente representan al Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.